18 agosto 2006

TECNOLOGÍA

Corría el año 3432 después de Cristo. El exhaustivo conocimiento que poseía el ser humano en todos los ámbitos de la ciencia era abrumador. El diseño de tejidos humanos a partir de células madre para trasplante era una cosa corriente. Todo el mundo tenía un robot en casa que le limpiaba y le hacía la comida. Cada aparato registraba los comentarios que los comensales hacían durante la comida para mejorar automáticamente las recetas mediante un algoritmo genético que tenía implementado y la ayuda de un sistema experto de cocina. También era común la adquisición de un ordenador cuántico que operaba en el orden de los teraflops y que todo el mundo podía utilizar gracias a la interfaz amigable que un equipo de millones de programadores en todo el mundo habían desarrollado colectiva y colaborativamente utilizando una filosofía de código abierto. El ordenador cabía en un bolsillo. Ningún coche utilizaba ya lo que hoy conocemos como gasolina, ya que se habían desarrollado unas células de combustible que permitían desarrollar automóviles cuyo nivel de ruido estaba por debajo de los 12 decibelios y que no realizaban emisiones a la atmósfera. Los ciegos veían gracias a un microchip intracraneal que estimulaba el nervio óptico gracias a un dispositivo electrónico tan sensible a la luz como la retina. Existía lo mismo para los mudos y sordos, que veían corregidos sus problemas. Ningún embarazo se convertía en aborto y las anomalías genéticas se corregían antes de que el embarazo llegara a su fin utilizando terapia génica. La gente ya no necesitaba teléfonos móviles, ya que cualquiera se podía comunicar telepáticamente con cualquier persona en el mundo gracias a varios chips intracraneales que se implantaban a los 12 años a todos los niños por orden del gobierno. Todo el mundo estaba conectado a internet veinticuatro horas al día y trescientos sesenta y cinco días al año mediante dispositivos móviles del tamaño de un reloj de pulsera. También sucedía que los niños no iban al colegio, recibían sus conocimientos utilizando avanzados sistemas de e-learning.
  • ¿Todo esto me ayuda a ser feliz?, preguntó Juan en voz alta.

Nadie le supo contestar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Holaa, como nadie te comenta, te comento yo aunque sea una forastera en esto de los blogs (y si me hago uno?). A ver si me acuerdo y te paso "Un mundo feliz", q m lo leí hace poco, ahh, y "V de Vendetta" por lo de las anti-utopías futuristas. Por cierto, tu blog es muy oscuro y pesimista! El mío sería de colorines, o como mi mochila, de cucos! jaja